Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 13 de diciembre de 2008

Quise, no pude

Ayer quise escribir algo; quise, pero no pude. 12 de diciembre, se casaron mis padres. Acuden los recuerdos. No, tranquilos, no os preocupéis; en alguno de vuestros comentarios a aquellos artículos en los que dejo que mi intimidad aflore y con ella parte de mis tristezas y miserias, noto que os preguntáis por el estado de mi ánimo y concluis que está de capa caída. No hay tal; a mis años dedico algún que otro rato a repasar lo vivido, de manera que asumo lo que toca. Eso si, sin aderezo, digiriendo la vida como fue, desnuda de polvo y paja.

El salón es grande y ella que fue fuerte y solida, pequeñita ahora. Está sentada en un sillón orejero junto al ventanal cerrado del balcón, para que pueda distraerse con el paso de luces y gentes, pero no mira. Sus ojos ven, pero no contemplan; se pierden suavemente en la lejanía, retornando la mirada dentro del alma, a ese armario donde almacenamos los recuerdos.

Está sola. Alguien plancha en el cuarto del fondo; murmullo en el silencio. La contemplo largo rato; me sonrió cuando entré, luego siguió viviendo, a lo suyo. Se nota que somos iguales. Nos perdemos en los sueños, viajamos por la vida, solos y recreando la existencia. La vida nos exigió fortaleza y, si, con fuerza te comportas, pero hay que tener algún refugio, un regazo que te acoja. Y algunos solo pueden arrebujarse en sus sueños.

Sola.. Sigue mi miranda fija en ella.. En la mujer que parió un 14 de julio y que encarcelaron en septiembre con su hijo de tres años y su niña recién nacida; ella no hizo nada, solo que su marido siguió aquello que creía y ella se quedó en casa. Y a la que antes de enero dieron "el paseo" a Jesús del Monte; en el borde del precipicio, le dieron primero un tiro en la nuca al seminarista y luego la pusieron a ella, con la niña en brazos, allí ... Se hizo pis, así lo contaba, y quizá con sus nervios lloró la niña. Les dio pena. Salvó su vida y colaboraron a que yo, más joven, escriba hoy.

Silencio. Miradas, fijas, densas; la mía en ella, la de ella, en si. Al cabo.., me levanto. "Mamá...". Vuelve despacio la cabeza.. Me ve, me mira, me contempla ... Veo totalmente abiertos sus ojos, limpios y claros ... Me ve, me mira, me contempla ...

Su cara es solo piel fina y transparente. Y luz. La ilumina la sonrisa más suave y dulce que puede imaginarse. Y paz. "Mamá..; tengo que irme...". Me ve, me mira, me contempla ... Cojo su mano, ayer fuerte, hoy nudosa; beso suavemente su mejilla. Me ve, me mira, me contempla ... Y me perdona, sin razón y sin pedirlo. Por Amor. Y me siento desnudo.

Se llamaba Lucía. Mi madre. Hoy era su santo. Quise, pero no pude; hoy os cuento..

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Turu ,emociona tu historia ,no sé que decir ,la verdad,preferiría mirarte a los ojos y apretarte la mano,un beso muy fuerte compañero.

Mar dijo...

Me gusta emocionarme contigo, solo me falta un abrazo. Qué hermoso nombre, Lucía...

Oshidori dijo...

El recuerdo hace volver a vivir. La emoción del sentimiento de "hoy" es mucho más vívida que la de "ayer". Presente del pasado.

Cu dijo...

Pero q bonito eres, Tururú de mi vida y de mi corazón.

Un besazo!


(Te lo digo por segunda vez pq el primer comentario se lo ha tragado misteriosamente tu blog!)

Anónimo dijo...

Nada grave hay en las palabras, encendidas como diminutas partículas de polvo. Llegan cuando tienen que llegar, cuando nos damos cuenta que el silencio adquiere esas dimensiones y persiste, suspendido en el instante, su nombre, su sonrisa… pasan por la memoria de un lado a otro y encuentran esa quietud luminosa que viene a estar mientras se va. Al revés de lo que suele suceder en los relatos, ella no estaba nunca asomada a la ventana, no: ella era la casa de la estación, y me miraba.

A.M. Valero Lite dijo...

Brindo por ella, entonces. Tuvo que ser una gran mujer.

Besicos.

Unknown dijo...

No es fácil comentar lo que alguien escribe cuando las palabras han decidido asomarse y atreverse a perfilar el sentimiento. Solo podemos contemplar el objeto que han construido, compartirlo y disfrutarlo.

El sentimiento se purifica cuando es capaz de cobrar la forma de la palabra. Porque cuando es tan hondo que no puede más que acurrucarse en los entresijos de nuestra alma, nos ahoga y nos desgarra, nos sacude de lado a lado; pero es demasiado poderoso y nos domina. Tú lo sabes. Por eso, cuando por fin somos capaces de modularlo, cuando lo amasamos y lo sometemos al benéfico elixir de la palabra, descubrimos que hasta podemos transformarlo en algo bello. Y ahora somos nosotros los que tomamos las riendas. Suspiramos. Nos sentimos agradecidos, comprendemos. Perdonados.

Suspiramos calladamente contigo. Por Lucía, "la más bella historia de amor que tuve y tendré".

siouxie dijo...

Qué poquita cosa me siento ante personas tan Grandes como tu madre, Turu.
Dios te bendiga, niño.