Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 16 de septiembre de 2008

Demencia senil

Demencia senil. Si, eso de los abuelos; un día se olvidan donde dejaron las llaves, otro dejan el gas de la cocina abierto y, por fin, no recuerdo cuando, se quedan sentados en un sillón, con la mirada acuosa perdida en ninguna parte.
Por el medio quedaron disgustos, más de una mala cara y algún que otro berrido. Luego, cuando su familia percibe la enfermedad, termina apareciendo, antes o después, el agotamiento que produce el esfuerzo, día tras día, que requiere atender a un enfermo cuyo síndrome consiste en dirigirse hacia el vacío.

Ella tiene sus años. Hubo un tiempo en que se miraba al espejo y no se veía guapa; o más bien nunca se creyó guapa, aunque él se ponía frente a ella y la decía con firmeza: "¡Mírame, de hombre a hombre; aguántame los ojos !" .... Y luego, bajando un poquito la voz, la susurraba: "¡Guapa, que eres bella como el agua marina, limpia y clara como aire tras la lluvia!".

Pasó el tiempo. Ella es fuerte y luchadora, pero está cansada. Cuida, protege a su marido, a aquel con quien ha compartido tiempo y vida. Él es ahora silencio. Y ella añora las palabras. Siente nítida, constante su presencia, aunque en la mente del hombre, antes tan viva, no queda capital, perdida la memoria, y desapareció su patrimonio, los recuerdos de una vida.

Él la contempla a veces, cuando ella va de aquí para allá, trajinando. ¿Qué pensará el hombre vacío?; quien sabe... Por eso, ella se sobresalta un día, cuando él le dice con suave encanto cuando pasa junto a su sillón:

"Señorita, es usted muy guapa. Me gusta mucho. ¿Querría casarse conmigo?"

8 comentarios:

Silvia dijo...

[:-*]
Precioso, escritor

Ana María dijo...

Estoy de acuerdo con Silvia, es precioso, su última frase es tierna, bonita y cala en el corazón del que lo lee. Bien.
Pero menudo problema. Nadie lo sabe hasta que no lo vive, como casi todo en esta vida.
Caballero yo tengo una teoria, duramos mucho, y no sé hasta que punto eso es bueno. Sí que lo sé, no es bueno para nadie. El anciano senil, no se entera de ná, para mí no es vida. Y la familia....... pa que contarle.

Turulato dijo...

No he inventado nada. Lo narrado ha ocurrido. Y mis palabras, de hacer algo, han ajado algo la belleza del instante.

Maru.. Yo guardaba a mi abuela materna algunas tardes. Alzheimer. Murió en su cama.
Mi padre falleció luego. Perdido. Demencia senil y múltiples infartos cerebrales. Turnos hospitalarios durante meses, cuando su estancia en casa se hizo inviable.
Mi madre.. En estas páginas escribí algo. Nunca olvidaré mi comportamiento....; fui yo quien la sacó aquella tarde de casa...
No podía estar sola. Se le heló el alma y se le secó el corazón. Alzheimer. Se apagó suavemente, sentada en su sillón orejero..
Murió en su cama. Convertida en un vegetal.
Su hermana pequeña, soltera. Un sarcoma bestial; su cuerpo reventó. Tal como suena.

El más joven, 84 años; mi padre. La más anciana, mi madre, tenía 92.

Así que ya ves.. Es muy posible que yo, cuando toque, sea un abuelo encogido y sin luz sentado junto a una ventana que no ve.

Ana María dijo...

Lo sé caballero, lo sé que no inventa nada. Soy algo sensible cuando se toca el tema de los ancianos porque tengo a tres muy, muy cerca, 85, 82 y 79. Siempre se habla del abandono de los viejos y muy pocos se acuerdan de los que se ocupan de ellos, día, tras día.
Tengo una obsesión, no poder elegir cuando morirme. ¡Es tan triste acabar así!

Anónimo dijo...

A ti nunca te faltará luz, es imposible.

Luis Caboblanco dijo...

Ley de vida Turu, tú lo sabrás mejor que nadie. Aunque bien doloroso, es cierto. Mueren personas pero a los que se les deshilacha el alma son los familiares. En fín... ¿Qué habremos hecho en otra vida para merecer esto?

Unknown dijo...

Me parece que nos has contado una bella historia de amor. ¿Qué mejor prueba de amor que la del hombre del que nos hablas, que habiendo pasado toda su vida con esa mujer, ahora que la contempla desde la lejanía de su corazón, ahora que su razón flaquea y que su mirada se pierde en horizontes brumosos, sigue encontrando en su compañera algo tan magnífico como para desear pedirle que comparta su vida para siempre?

Anónimo dijo...

Me ha costado un poco comentar… aún, de vez en cuando, recuerdo a dos seres queridos que se convirtieron de forma galopante en extraños para si mismos y en cuya expresión se leía la confusión, el pánico. Es duro, mucho… no se hasta que punto pudieron ser o no “conscientes”, aunque fuera de forma intermitente de esa angustia con la que no podían comunicarse… hasta sus manos les eran extrañas, pero a pesar de todo, recuerdo con nitidez esos momentos de ternura que no les fueron arrebatados.