Si, efervescente; tengo el ánimo efervescente. ¡Brihzssssssssss!. ¡No, por favor!. No se confundan. Efervescente no es nervioso. Ní excitado. ¡Nada de eso!. (Sí así fuese habría "despedzaado" ya el teclado de esta máquina insufrible, que se empeña en no admitir las MAYÚSCULAS y en colocar las letras en el orden que le sale de los mismísimos circuitos).
La efervescencia del ánimo es otra cosa... Estudié ciencias puras; me prepararon a base de sucesivos inviernos sin calefacción y duchándome a las 06,30 horas con agua que o bien estaba próxima a congelarse o lista para desplumar capones. El resultado fué un individuo cartesiano al que le horrorizaba que las cosas no sucediesen según había previsto.
Era un insensato. Y un inexperto vital. No comprendía que la vida es una sorpresa constante. Que, básicamente, da lo mismo lo que nos suceda, pues lo importante no es tanto el hecho como las consecuencias que produce en nosotros, lo que asimilamos de lo vivido.
Y cuando te dejas llevar, cuando confías, cuando te entregas.... ¡Te vuelves efervescente!. ¡Brihzssssssssss!.
Estaba en el gimnasio. Subido en una máquina de esas que permite a los dueños del lugar cobrarte por sudar. ¡Qué tiene ....!.
Seguía con aplicación la receta que elaboraban en el canal de televisión que veía en la pantalla de la bici, cuando por el rabillo del ojo ví que Teresa se iba, escoscadica, a su casa. Es unos años mayor que yo. Viuda hace ya tiempo. Rechoncheta. Con carácter.
Cuando pasaba frente a mí se ha detenido a saludarme.. "¿El verano..?; ¡ah!, ¿en el pueblo?...". Sin saber ní como ní porqué, hemos hablado de la iglesia de San Pablo, de la parroquia "del Gancho".. Le he explicado la razón del nombre, algún detalle del entorno y del edificio...
"Allí me casé", me ha dicho al pronto... "Con él, con mi chico, con mi hombre, el amor de toda mi vida".
Mientras, me miraba a los ojos.. Firme. He visto como se extendían bajo sus pestañas las bellísimas luces carmesíes del otoño y como iluminaban el agua limpísima de sus lágrimas....
Y he llevado luego mis dedos a mis labios, donde he prendido un beso, para, volviendo la palma arriba, mandárselo en el viento. Hemos sonreido ligero. Se ha ido.
La efervescencia del ánimo es otra cosa... Estudié ciencias puras; me prepararon a base de sucesivos inviernos sin calefacción y duchándome a las 06,30 horas con agua que o bien estaba próxima a congelarse o lista para desplumar capones. El resultado fué un individuo cartesiano al que le horrorizaba que las cosas no sucediesen según había previsto.
Era un insensato. Y un inexperto vital. No comprendía que la vida es una sorpresa constante. Que, básicamente, da lo mismo lo que nos suceda, pues lo importante no es tanto el hecho como las consecuencias que produce en nosotros, lo que asimilamos de lo vivido.
Y cuando te dejas llevar, cuando confías, cuando te entregas.... ¡Te vuelves efervescente!. ¡Brihzssssssssss!.
Estaba en el gimnasio. Subido en una máquina de esas que permite a los dueños del lugar cobrarte por sudar. ¡Qué tiene ....!.
Seguía con aplicación la receta que elaboraban en el canal de televisión que veía en la pantalla de la bici, cuando por el rabillo del ojo ví que Teresa se iba, escoscadica, a su casa. Es unos años mayor que yo. Viuda hace ya tiempo. Rechoncheta. Con carácter.
Cuando pasaba frente a mí se ha detenido a saludarme.. "¿El verano..?; ¡ah!, ¿en el pueblo?...". Sin saber ní como ní porqué, hemos hablado de la iglesia de San Pablo, de la parroquia "del Gancho".. Le he explicado la razón del nombre, algún detalle del entorno y del edificio...
"Allí me casé", me ha dicho al pronto... "Con él, con mi chico, con mi hombre, el amor de toda mi vida".
Mientras, me miraba a los ojos.. Firme. He visto como se extendían bajo sus pestañas las bellísimas luces carmesíes del otoño y como iluminaban el agua limpísima de sus lágrimas....
En silencio...
Mi chico, era mi amor...
He extendido el brazo. Hasta que he cogido su mano y la he apretado, firme, con toda la suavidad del alma...Mi chico, era mi amor...
Y he llevado luego mis dedos a mis labios, donde he prendido un beso, para, volviendo la palma arriba, mandárselo en el viento. Hemos sonreido ligero. Se ha ido.
En silencio...
8 comentarios:
Palabras, palabras...., q hacen sentir tu efervescencia y la propia leyéndote.
Sabes q muy pocas personas saben utilizar la suavidad del alma?.
Un beso Tururú
Qué tierno y qué sabio, Turu...
Efervescencia: sensibilidad.
Gran don.
Besos.
Sentir el ánimo efervescente es un privilegio más que no todos poseen o llegan a alcanzar, es sentirse vivo y parte de los demás en determinados momentos.
Que la suavidad del alma te colme también a ti como tú has hecho con Teresa.
Precioso texto del que se extraen muchas vivencias diferentes. Placentera lectura en una tarde de sábado.
Gracias, Turu.
y a mi quién me coge ahora la mano mientras se me escapan las lágrimas?
En esa misma iglesia se casaron mis padres hace ya hmmmm... 53 años.
Te mando otro beso al viento.
El amor tiene gran capacidad para emocionarnos. Y más todavía cuando lo percibirmos en personas mayores porque, de algún modo, parece que haya un convencimiento social de que el amor es sólo de y para los jóvenes. Me alegra saber de alguien que amó tanto y tan felizmente. Saludos cordiales.
Y lo mejor es que no sólo eres efervescente (¡Qué vivo estás!), sino que tienes ese poso de buen vno añejo...
Un beso
Tienes un gran peligro en el gimnasio Turu... Al menos, eso es lo que se infiere del tono de aquellos post que traen motivo del lugar en que más se suda :-) Cuidadín, cuidadín..
Una preciosa historia....
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