De vacaciones he estado muchas veces; quizá toda mi vida, pues, como me enseñó uno de mis jefes, he procurado que a mí me pagasen por pensar y no por trabajar. Pero de veraneo, impepinablemente, sólo he estado durante los veranos de mi corta existencia.
Toda mi familia es de una villa marinera de la provincia de Santander y mi abuelo materno era armador, por lo que mi relación con la mar ha sido intensa. Cuando acababan las clases en mi colegio de jesuitas, a mediados de Junio, me iba al pueblo y no volvía hasta pasadas las fiestas de El Pilar, cuando empezaban de nuevo.
Mis veranos de niño eran solitarios, ya que los chavales del pueblo me eran desconocidos y los familiares de mi edad vivían en Santander, pero nunca me aburrí. Mis días pasaban rápidos bañándome y pescando en la mar, leyendo cuanto libro caía en mis manos y convirtiéndome en la sombra de Agustín "el anciano".
La tripulación de un pesquero -entonces algo más de 15 hombres- se horquillaba entre el grumete y el anciano. Creo que no es preciso explicar quien es el primero pero si el segundo, que era aquel tripulante de más edad que quedaba en tierra, en el puerto donde el barco tenía su base, y que se encargaba arranchar la bodega, de cuanta gestión menuda precisaban los equipos y materiales de la embarcación.
Con él iba al pequeño astillero, ayudaba a calafatear los botes auxiliares que habían quedado en tierra, para después "hincharlos" -que no es otra cosa que hundirlos casi hasta los toletes, para que la madera se expanda al humedecerse y se cierren todas las grietas y poros por donde pudiera entrar el agua-, salía a pescar por la bahía, aprendía a cocinar -marmite, jibiones rellenos en su tinta, chicharros al horno, panchos fritos,..- y entraba en "Piruco".
Era una especie de tienda de ultramarinos, pero donde se iba esencialmente a beber "chiquitos" -buen vino, traido en toneles desde la Rioja Baja-, a estar con tus iguales, y a merendar. Las mesas eran rectangulares, de mármol y pies metálicos, y sobre ellas algún viejo marinero realizaba maravillosos dibujos a lápiz de todo tipo de peces .
Yo aprendía en silencio. Y cuando de noche, después de cenar, saliamos a pasear aprovechaba para charlar con las estrellas...
Años después dejé de ir al pueblo. Mis amores, mis amigos, ..., se habían ido; mis lugares los consumió la piqueta y el olvido.. Sólo me quedaban mis recuerdos y no es sano viajar tanto hacia el pasado.
Así que mis veranos son desde hace años pirenáicos. Sencillos, pues ante mis ojos tengo cedros del Líbano, abetos y montañas. ¡Ah!, y agua helada de deshielo. Curte. A la mañana -atenta "Pedazo de Caos"- me sumerjo en ellas dando aullidos, comprendiendo casi que es posible el milagro de andar sobre las aguas; muy poco rato, que la taquicardia se dispara, mi respiración se torna difícil y la cabeza se comprime..
Salgo y cual lagarto me "espanzurro" al sol... ¡Qué bienestar! -¡y el hombro nuevo "Caótica"!-.
Aunque lo más importante es que he vuelto a charlar con las estrellas. En las ciudades, con tanta luz, es imposible. Las estrellas piden poquito, pero piden; quieren algo de silencio e intimidad. Buscan el silencio de la noche y la intimidad de la soledad. Y para verlas es preciso abandonarnos a la tierra, olvidarse de ascensores, farolas, interruptores y demás zarandajas.
Silencio.. En blanco la mente.. Y cual atardecer de "Cobre" van llegando a la mirada.. Sonrío según se ríen de blanco.. Algunas son viejas conocidas, pues llevo años contándoles mis cosas. Y es que en mis estrellas estan mis amores, mis recuerdos, mis lugares.. Todo y mi único patrimonio, el capital de mi vida y mi memoria. Y los días venideros, tanto mis ilusiones y proyectos como mis dudas, debilidades y angustias.
Les cuento mis cosas, me explican la vida.. Me traen recuerdos, me hablan de amor, me susurran esperanzas, calman mis tristezas... Estrellas. Joyas del Cielo y de la Noche. Música de la brisa..
Toda mi familia es de una villa marinera de la provincia de Santander y mi abuelo materno era armador, por lo que mi relación con la mar ha sido intensa. Cuando acababan las clases en mi colegio de jesuitas, a mediados de Junio, me iba al pueblo y no volvía hasta pasadas las fiestas de El Pilar, cuando empezaban de nuevo.
Mis veranos de niño eran solitarios, ya que los chavales del pueblo me eran desconocidos y los familiares de mi edad vivían en Santander, pero nunca me aburrí. Mis días pasaban rápidos bañándome y pescando en la mar, leyendo cuanto libro caía en mis manos y convirtiéndome en la sombra de Agustín "el anciano".
La tripulación de un pesquero -entonces algo más de 15 hombres- se horquillaba entre el grumete y el anciano. Creo que no es preciso explicar quien es el primero pero si el segundo, que era aquel tripulante de más edad que quedaba en tierra, en el puerto donde el barco tenía su base, y que se encargaba arranchar la bodega, de cuanta gestión menuda precisaban los equipos y materiales de la embarcación.
Con él iba al pequeño astillero, ayudaba a calafatear los botes auxiliares que habían quedado en tierra, para después "hincharlos" -que no es otra cosa que hundirlos casi hasta los toletes, para que la madera se expanda al humedecerse y se cierren todas las grietas y poros por donde pudiera entrar el agua-, salía a pescar por la bahía, aprendía a cocinar -marmite, jibiones rellenos en su tinta, chicharros al horno, panchos fritos,..- y entraba en "Piruco".
Era una especie de tienda de ultramarinos, pero donde se iba esencialmente a beber "chiquitos" -buen vino, traido en toneles desde la Rioja Baja-, a estar con tus iguales, y a merendar. Las mesas eran rectangulares, de mármol y pies metálicos, y sobre ellas algún viejo marinero realizaba maravillosos dibujos a lápiz de todo tipo de peces .
Yo aprendía en silencio. Y cuando de noche, después de cenar, saliamos a pasear aprovechaba para charlar con las estrellas...
Años después dejé de ir al pueblo. Mis amores, mis amigos, ..., se habían ido; mis lugares los consumió la piqueta y el olvido.. Sólo me quedaban mis recuerdos y no es sano viajar tanto hacia el pasado.
Así que mis veranos son desde hace años pirenáicos. Sencillos, pues ante mis ojos tengo cedros del Líbano, abetos y montañas. ¡Ah!, y agua helada de deshielo. Curte. A la mañana -atenta "Pedazo de Caos"- me sumerjo en ellas dando aullidos, comprendiendo casi que es posible el milagro de andar sobre las aguas; muy poco rato, que la taquicardia se dispara, mi respiración se torna difícil y la cabeza se comprime..
Salgo y cual lagarto me "espanzurro" al sol... ¡Qué bienestar! -¡y el hombro nuevo "Caótica"!-.
Aunque lo más importante es que he vuelto a charlar con las estrellas. En las ciudades, con tanta luz, es imposible. Las estrellas piden poquito, pero piden; quieren algo de silencio e intimidad. Buscan el silencio de la noche y la intimidad de la soledad. Y para verlas es preciso abandonarnos a la tierra, olvidarse de ascensores, farolas, interruptores y demás zarandajas.
Silencio.. En blanco la mente.. Y cual atardecer de "Cobre" van llegando a la mirada.. Sonrío según se ríen de blanco.. Algunas son viejas conocidas, pues llevo años contándoles mis cosas. Y es que en mis estrellas estan mis amores, mis recuerdos, mis lugares.. Todo y mi único patrimonio, el capital de mi vida y mi memoria. Y los días venideros, tanto mis ilusiones y proyectos como mis dudas, debilidades y angustias.
Les cuento mis cosas, me explican la vida.. Me traen recuerdos, me hablan de amor, me susurran esperanzas, calman mis tristezas... Estrellas. Joyas del Cielo y de la Noche. Música de la brisa..
6 comentarios:
Las estrellas, qué tendrán las estrellas..., quizás la lejanía sea la que nos acerque a ellas y haga que se conviertan en nuestras mejores amigas.
Preciosa descripción de tu infancia, de tus gustos nada usuales en un niño y, sobre todo, el saber gozar de una tierra tan preciosa como la santanderina.
Claro que los Pirineos tienen que ser mágicos, apenas los conozco, espero disfrutarlos algún día.
Encuentro cierto deje de tristeza en tu final, pero aparenta estar bien asumida, gozando de lo que te rodea sin pedir más.
Que lo sigas disfrutando...
Gracias por este ratito de lectura compartida.
Una auténtica delicia compartir esta lectura y este cariño con absolutamente todas tus estrellas, precioso, precioso...
¡Qué feliz infancia en la mar, qué orgullo!
Y qué conjunción perfecta de todo, gracias, amigo... :)
¿Y qué te contaron ellas?
¿Te transmitieron los recuerdos de los amigos que te echaban de menos?.
Un abrazo
Hola Turu; me alegro de que tus vacaciones fueran como todos los años... es decir, bien. Hay determinadas visiones que motivan especialmente el alma y la mente humanas, quizás porque encierran cierto matiz de imposibilidad. Y las estrellas son de las pocas imágenes que consiguen esa sensación en el mundo de hoy, ese en el que todo es posible... El hombre, a veces necesita retrotraerse a sí mismo, renunciar a todo lo pensado y conseguido y, sobre todo, volver a sentirse vulnerable, y sólo, para sentirse humilde de nuevo y limpiar su alma otra vez. Las estrellas nos ayudan a eso.
Un abrazo
Maravillosos cielos estrellados, limpios, de los q disfrutar las noches de este verano q se agota.
Maravilloso tu, niño solitario, y todo lo q dices; me ha recordado a mis veranos en el pueblo..
El atardecer cobrizo se despide contento pq te ve sonreír
Un besazo Tururú
Esa claridad misteriosa que revelan las estrellas; como el amor, no siempre van de poro a poro... sino de poro a estrella, donde el espacio es una visión suspendida de nuestros adentros y el cuerpo se lanza a una natación prolongada...más alto... lejos del ruido
Un abrazo
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