Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 13 de julio de 2019

Torea la Vida

Cartel para la corrida de José Tomás - 2019

Día a día voy olvidando cuanto cuesta una obra, cuanto mide, cuando se realizó, su clasificación y demás detalles que se pueden aprender y soltar de memorieta, sin exigir sentimiento alguno. Es lo que denomino "el discurso del guía", que nada me dice, aunque los disculpo pues responde a lo que pide el rebaño que pastorea; nada de sentimiento ni de lo que quizá quiera decirnos el autor, que eso exige que el personal se arriesgue a meditar sobre la Vida y sobre si mismo.

Hace no mucho contemplé la obra que aparece al principio. Un trallazo visual. Me impresionó. Y vaya por delante, para todos los políticamente correctos, alérgicos varios y defensores del gusano de seda etiope mediante la agresión de los derechos ajenos, que me la chufla su opinión. Soy un demócrata.

Creo que me llevaron una vez a los toros cuando era niño. Pasé miedo por si cogían a algún torero. Me disgustó el público, con demasiados puros, gritos desde arriba y mujerío. Me aburrí. Me asquea el uso español de mostrar lo macho que es uno ante un par de cuernos, sea en un encierro o corriendo ante un bicho sujeto por una maroma o mareando a una vaquilla en cualquier lugar. Y ni les digo al percibir la admiración de las hembras por semejante demostración.

Establecido mi programa electoral, iré a lo que importa. Contemplen la pintura. Para facilitar su mirada me he permitido recortarla y suprimir la parte superior, que por cierto tiene un colorido que besa suavemente a la pintura sobre la que se apoya...


La escena está encuadrada por una serie de trazos negros, que intentan ser circunferencias, y que al seguirlos con la mirada sentimos que la muleta nos guía en el recorrido, como al morlaco, lanzado a por el engaño. Dinamismo, movimiento. Rojo y Negro. Rojo, porque es el color de la Vida, de la sangre que recorre el cuerpo, lo alimenta y nos impulsa. Negro, porque es el color de la desesperanza, la suma de todo cromatismo, que sentimos como una desgracia insuperable.

La muleta, encarnada, flamea arrastrada por la mano del torero, vestido de verde esperanza. Si admitimos que Hombre es equivalente a Inteligencia (lo que se empeñan en contradecir muchísimos varones y mujeres de la especie, más tendentes a machos y hembras), y el toro es instinto y fuerza bruta, podríamos sentir que la esperanza de superar todas las embestidas de la vida reside en nuestra inteligencia, en no permitir que nos agobie el miedo y creer que tenemos habilidad para salir adelante y seguir nuestro camino.

La fuerza del toro se desgarra en cada embestida. Su energía, compacta, sólida, negra, va desprendiéndose a cada esfuerzo instintivo, convirtiendo su cuerpo en una masa desgarrada. De sus lomos penden banderillas, no sé cuantas, pues se mueven de un lado a otro y tan pronto las veo aquí como allá. Además, el estrés y la temperatura corporal del animal, a causa de la lidia, le hacen babear y los movimientos de su cabeza al seguir el engaño distribuyen las babas, que sobrevuelan al torero.

La escena se desarrolla sobre el albero. Oro. Riqueza del vivir, de esa sucesión de alegrías y tristezas, de fracasos y algún éxito, de esperanzas convertidas en realidades, de aspiraciones frustradas, de ..... vida, que todo eso digerido es el vivir. Se lo asegura un viejecito cuya vida suma un cúmulo de fracasos personales.

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