Gabriela es chiquita y su pelo, rizos pelirrojos. Hace poco que cumplió tres años. Mira con atención a la gente, mientras mantiene un gesto serio, observando como somos sus mayores. Se mueve constantemente mientras come despacio unas patatas fritas, que ofrece generosa.
Charlábamos los grandes en el salón, sentados mi cuñada y yo en unos orejeros situados uno al lado del otro. Por pura comodidad nuestras manos colgaban relajadas al exterior de los sillones. De pronto he sentido como una mano pequeñita sujetaba la mía y la depositaba con ternura en la de mi cuñada. Ambos hemos mirado sorprendidos, un tanto incrédulos, nuestras manos enlazadas, sin hacer nada.
Y entonces hemos oído todos a Gabriela.. "Mis abuelos siempre tienen juntas las manos. Me gusta. Es muy bonito". Y se ha quedado callada, mirándonos, comiendo una patata frita.
Charlábamos los grandes en el salón, sentados mi cuñada y yo en unos orejeros situados uno al lado del otro. Por pura comodidad nuestras manos colgaban relajadas al exterior de los sillones. De pronto he sentido como una mano pequeñita sujetaba la mía y la depositaba con ternura en la de mi cuñada. Ambos hemos mirado sorprendidos, un tanto incrédulos, nuestras manos enlazadas, sin hacer nada.
Y entonces hemos oído todos a Gabriela.. "Mis abuelos siempre tienen juntas las manos. Me gusta. Es muy bonito". Y se ha quedado callada, mirándonos, comiendo una patata frita.
2 comentarios:
Precioso el comentario ,en la línea de mis preferidos...
La mirada clara de quien se guía por la lógica de lo sencillo puede abrirnos el camino hacia el verdadero "entendimiento". Gabriela, sin sílaba intermedia, guarda su memoria de lo que es abrir los ojos al mundo con asombro, pues solamente así encuentra la huella del sonido de las estrellas en cada una de las cosas cotidianas, y sabe que su claridad torna luminoso hasta algún lodazal perdido.
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