Esta mañana hemos estado charlando don Oshi y yo sobre la vida. Aunque sería más exacto decir que él exponía ideas y yo escuchaba, matizando de vez en cuando alguna menudencia. Es posible que lo tratado no tenga mayor importancia para muchos, pero si para mí.
¿Por qué?. Para mí no es tan importante vivir como saber porqué hago lo que hago. Mantiene Kalia que la educación que recibimos, todo ese entramado de costumbres, normas, valores y conceptos que se nos inculcan según crecemos, tienen por objeto no tanto hacernos madurar en plenitud como encuadrarnos en la sociedad, de modo que esta pueda funcionar sin mayores dificultades.
Así, la meta no es la felicidad del ser humano, sino la gestión social de este como miembro de un grupo. O lo que es lo mismo, mucho de lo que se nos enseña carece de valor para el individuo como tal y solo tiene sentido y utilidad si lo que se pretende es mantener un tipo concreto de sociedad.
Si repasamos con tranquilidad nuestro comportamiento diario y lo evaluamos con detenimiento, examinándolo tanto a la luz del sentido común como a la de la Moral, caeremos en la cuenta de que la mayor parte de aquello que condiciona nuestra existencia no es ni bueno ni malo, ni nos sirve para cosa alguna que no sea ... ¿quedar bien ante los demás?. Lo que se dice ser una persona socialmente cabal.
Esto es útil, no lo niego. Somos seres sociales y necesitamos convivir agrupados con nuestros semejantes. Pero eso no debe confundirnos y llevarnos a considerar como un valor axial lo que no es otra cosa que una utilidad práctica. Nunca, nunca una norma o costumbre social es intrínsecamente moral, o sea imprescindible para la existencia humana.
Lo que sucede es que la peer pressure, que una mañana hizo que faltase poco para que gozase de la eternidad, tiene una fuerza descomunal. Y antes de que nos demos cuenta, sacrificamos nuestra felicidad a lo socialmente correcto. ¡Y no, no!; como le decía a don Oshi, no he nacido para ser un desgraciado, ni para sufrir o amargarme la vida ante la enorme batería de lo que se considera que no debo hacer.
Tendré que afrontar cuanta dificultad aparezca en mi existencia y superar las desventuras que me toquen en suerte, pero para ser más maduro, para conseguir algún día ser Hombre, según el fin para el que fui creado. En tanto en cuanto no haga daño a nadie, respete lo que concierne a la Moral y trate al prójimo como desearía que se me tratase, viviré del modo que me permita ser más feliz.
Porque..., ¿sabes?. Descubres que viviendo así, no pasa nada. Que todos aquellos temores ante el que dirán, ante las miradas displicentes de brujas amargadas y pequeños eunucos orgullosos, se disuelven como la noche al amanecer. No pasa nada, excepto que es posible que vivas más feliz.
¿Por qué?. Para mí no es tan importante vivir como saber porqué hago lo que hago. Mantiene Kalia que la educación que recibimos, todo ese entramado de costumbres, normas, valores y conceptos que se nos inculcan según crecemos, tienen por objeto no tanto hacernos madurar en plenitud como encuadrarnos en la sociedad, de modo que esta pueda funcionar sin mayores dificultades.
Así, la meta no es la felicidad del ser humano, sino la gestión social de este como miembro de un grupo. O lo que es lo mismo, mucho de lo que se nos enseña carece de valor para el individuo como tal y solo tiene sentido y utilidad si lo que se pretende es mantener un tipo concreto de sociedad.
Si repasamos con tranquilidad nuestro comportamiento diario y lo evaluamos con detenimiento, examinándolo tanto a la luz del sentido común como a la de la Moral, caeremos en la cuenta de que la mayor parte de aquello que condiciona nuestra existencia no es ni bueno ni malo, ni nos sirve para cosa alguna que no sea ... ¿quedar bien ante los demás?. Lo que se dice ser una persona socialmente cabal.
Esto es útil, no lo niego. Somos seres sociales y necesitamos convivir agrupados con nuestros semejantes. Pero eso no debe confundirnos y llevarnos a considerar como un valor axial lo que no es otra cosa que una utilidad práctica. Nunca, nunca una norma o costumbre social es intrínsecamente moral, o sea imprescindible para la existencia humana.
Lo que sucede es que la peer pressure, que una mañana hizo que faltase poco para que gozase de la eternidad, tiene una fuerza descomunal. Y antes de que nos demos cuenta, sacrificamos nuestra felicidad a lo socialmente correcto. ¡Y no, no!; como le decía a don Oshi, no he nacido para ser un desgraciado, ni para sufrir o amargarme la vida ante la enorme batería de lo que se considera que no debo hacer.
Tendré que afrontar cuanta dificultad aparezca en mi existencia y superar las desventuras que me toquen en suerte, pero para ser más maduro, para conseguir algún día ser Hombre, según el fin para el que fui creado. En tanto en cuanto no haga daño a nadie, respete lo que concierne a la Moral y trate al prójimo como desearía que se me tratase, viviré del modo que me permita ser más feliz.
Porque..., ¿sabes?. Descubres que viviendo así, no pasa nada. Que todos aquellos temores ante el que dirán, ante las miradas displicentes de brujas amargadas y pequeños eunucos orgullosos, se disuelven como la noche al amanecer. No pasa nada, excepto que es posible que vivas más feliz.
Y a todos aquellos que les parezca mal, ¡que les den po'l saco!.
4 comentarios:
Lo primero que se me ocurre decirte es ¡ole y ole! por entender lo que es el buen vivir y acto seguido: gracias por practicarlo y compartirlo
Absolutamente de acuerdo contigo en la forma de encarar y de sentir.
Por cierto, esta frase es buenísima: "mucho de lo que se nos enseña carece de valor para el individuo como tal y solo tiene sentido y utilidad si lo que se pretende es mantener un tipo concreto de sociedad ".
Buenísima y actual. Refleja el hoy nítidamente.
No se puede ir por la vida siendo un "bienqueda". Hay que aprender a decir ¡NO! cuando haga falta.
¡Cuanto me alegró leer lo que dices en este artículo! ¡Qué bien sienta quitarse los corsés y respirar!
Mi querido Turu, me sospecho que tú nunca has dejado de actuar en la vida como predicas...
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