Hace unos días, durante la tertulia que mantenemos algunos amigos, se planteó el tema de la pasión; solo dimos unas pocas pinceladas, pues el rato en que nos reunimos no da para mucho, pero algo quedó flotando ya que Oshi publicó luego un breve artículo.
Cuando lo leí dije que, en lugar de dejarle un comentario, escribiría a mi vez. Lo hice a bote pronto y cuando quise discurrir sobre lo que iba a exponer, me quedé en blanco. Sabía que la pasión está en mi vida y supuse, equivocadamente, que la experiencia bastaba para tratar el asunto con un mínimo de claridad, de modo que la lectura pudiera aprovechar.
Craso error. He mantenido desde hace mucho, tras experiencias muy desagradables, que nunca existe diálogo cuando alguna de las partes es solo sentimiento; y debería haber comprendido, en consecuencia, que también es muy difícil concluir algo cuando el diálogo es íntimo y en soledad con uno mismo.
He estado unos días sin saber por donde tirar. Hasta que he caído en la cuenta de algo esencial o así lo creo. Y he sabido, ¡por fin!, cual iba a ser mi línea argumental. Comienzo pues..
Como cada día nos entendemos con más dificultad, pues empleamos las palabras según lo que significan para nosotros, sin reparar en que para los demás pueden significar otra cosa, acudo a la vigésima segunda edición del diccionario de la R.A.E.: pasión; y como estoy dando mi opinión, me quedo con las acepciones 1, 5, 6 y 7. Así que me van a permitir la siguiente inducción:
Pasión es el padecimiento del ánimo originado por la inclinación, apetito o afición vehemente del individuo hacia algo o alguien, resultando perturbado su estado (mental).
Padecer.., padecer; creo que en su correcto entendimiento está la clave del arco emocional que sustenta cualquier vivencia apasionada. Deteneros en la primera acepción.. Sentir daño, experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
¿Puede padecer una piedra?. No; creo que estaremos de acuerdo en que solo padecen los seres vivos y que de todos ellos somos nosotros los que tenemos mayor capacidad de padecer. Como también de sentir placer. Cosas de la complejidad estructural del sistema nervioso y de la mente..
Conviene hacer un inciso. Es muy común que se limite la pasión al campo de lo romántico. O más aun, al amor romántico. Creo que no es así. La pasión es mucho, muchísimo más. Creo que para aproximarnos a su sentido debemos pensar en el Amor; en su sentido más comprensivo. Y desde este, entender aquel padecimiento del que hablaba; padecer no tanto por lo que no tengo como por lo que no vivo.
Y desde aquí me puedo perder. Carezco de preparación para desarrollar un asunto que requiere tal profundidad. Así que me van a disculpar y a permitir que exponga a la pata la llana alguna de mis ideas ...
Desde bien pequeño comencé a contemplar con curiosidad lo que me rodeaba. Aún no me hacia preguntas. Esas llegaron después. Antes, la soledad me llevó a la lectura. La lectura alimentó mi imaginación y la soledad, cierta rebeldía.
Y un día cualquiera, uno de tantos, contemplando desde el mirador como pasaba la vida, me vino a la mente una pregunta.. Y dudé; no sabía. Mi mundo chiquito daba para muy poco. Y padecí cierta congoja. La congoja no era solo hija de la ignorancia sino tambien de la tristeza. Pero eso es otra historia... Ahora no hace al caso.
Mi compañía fueron desde ese día las respuestas; no siempre ciertas, pero si estimulantes. Cada una generaba, a su vez, múltiples dudas, para las que procuraba encontrar respuesta. Y vuelta a empezar. Casi sin darme cuenta me aficioné a aprender. Un placer, una sensación deliciosa descubrir que no sabía.
La tienda era alargada. Mesas de mármol, pies forjados de hierro. El anciano dibuja despacio con un lápiz sus recuerdos; un bonito, un tolino, una faneca.. Su sangre, agua salada; su piel, sol curtido por los vientos. Sus dedos, chicotes. Su alimento, un chiquito y una galleta maría.
El niño, a su vera, apoya los dedos en el mármol. Contempla en silencio; sus ojos siguen el lápiz desgastado y cuando se detiene, se sueldan a la cara del marinero.
Poquito a poco se acercan otros marineros. Marea azul bilbao de boina negra. Silencio. El lápiz en el aire, la mano difuminos. ¡Un tomatero!, exclama uno. Admiran. Y otro pregunta: ¿Qué será esa raya del costado?, la tienen todos. Nadie responde, el niño los mira.
Y se atreve.. Con voz aún insegura. Es el oído; está formada por pequeños sensores que sienten la vibración del agua. Silencio. No se mueve el azul. El anciano gira despacio la cabeza, le mira y dice ganando barlovento: La escuela..; nunca pude ir.
Camina el niño despacio hacia su casa, el alma alegre, el ánimo henchido, oliendo marmites y gibiones fritos con cebolla que guisan en casas de colores. Siente que es uno más, que le aceptan.
Un buen día, aquel niño del caballito gris que sabía como oían los bocartes, descubrió a la niña rubia debajo de un platanero en la alameda. Se acercó tanto que se bañó en oro y verde jade. Hablaron, caminaron. Y una noche de final de agosto les acarició un beso; solo uno, que luego escucharon como la luna susurraba a la pleamar un bolero.
Y después de tantos años el niño supo, ¡por fin!, como viven quienes aman. Comprendió que crecer y criar es amar. Supo algo que nunca olvidó.., que hay ojos cálidos que templan las noches frías. Y abrió alma, corazón y vida. Con tanta fuerza que quedaron abiertos para siempre. Lo sabe. Por eso, porque lo sabe, procura encerrarlos bajo siete llaves....
Pero los cierres solo funcionan de puertas afuera. Por dentro, carne viva. O mejor, pura borrachera. Porque el cóctel había sido colosal. Como aquel viejo marino cuyos ojos contemplaban el Elcano en El Callao mientras declaraba con fiereza a las velas y los vientos que por sus venas corría agua marina.
Y ahora ya, este hombre de pelo blanco y no tanta fuerza que os cuenta, es pasión. Solo eso. El resto, ¡qué más da!. Ama aquello que siempre le acompañó, lo que le ahuyentó soledades y tristezas y le buscó respuestas a su vida, que es solo pregunta y duda. Amo saber. Soy un ignorante.
Y amo a la mujer. No hijos míos, a todas no, que sería desmesura. Amar solo se puede a una; por lo menos yo. Pero admiro a muchas. Y disfruto como un "becerrico" en su compañía. La mujer es un placer. Y es vida. Y da vida. Y va en camino de convencerme de que puede hacer todo lo que hace un hombre y, además, tener hijos. Y lo más importante.. Ellas me enseñaron a vivir, me mostraron lo que es amar. Lo poco o mucho que tengo de hombre lo aprendí junto a alguna.
¿Qué que aprendí?; cosas. Que la pasión estalla en la risa, resplandece en la mirada y baila con los gestos. Algo que le oí también a un hombre, a Vicente Ferrer: Amar..; si, es sentir en lo más profundo; pero el amor necesita obrar, lo exige. Altera el ánimo de tal forma que solo haya la íntima paz en la entrega.
Y a ello me dedico. Con poca habilidad y mucha torpeza. A buscar alguna respuesta a todas mis dudas. Y a ir aprendiendo a amar, cuestión en la que soy un desastre. Esa es mi borrachera, mi afán y mi pasión.
Acabo. Y aún no os he dicho que es, de verdad, la pasión. Pues la pasión de vida es perder el control cuando lo que intentamos es domeñar los fuegos del alma. Cuando lógicas y raciocinios rinden sus banderas ante una lágrima. Cuando muestras, demuestras y vives, que gobierna el sentimiento y puede el corazón. Cuando reina en ti la humanidad.
Cuando lo leí dije que, en lugar de dejarle un comentario, escribiría a mi vez. Lo hice a bote pronto y cuando quise discurrir sobre lo que iba a exponer, me quedé en blanco. Sabía que la pasión está en mi vida y supuse, equivocadamente, que la experiencia bastaba para tratar el asunto con un mínimo de claridad, de modo que la lectura pudiera aprovechar.
Craso error. He mantenido desde hace mucho, tras experiencias muy desagradables, que nunca existe diálogo cuando alguna de las partes es solo sentimiento; y debería haber comprendido, en consecuencia, que también es muy difícil concluir algo cuando el diálogo es íntimo y en soledad con uno mismo.
He estado unos días sin saber por donde tirar. Hasta que he caído en la cuenta de algo esencial o así lo creo. Y he sabido, ¡por fin!, cual iba a ser mi línea argumental. Comienzo pues..
Como cada día nos entendemos con más dificultad, pues empleamos las palabras según lo que significan para nosotros, sin reparar en que para los demás pueden significar otra cosa, acudo a la vigésima segunda edición del diccionario de la R.A.E.: pasión; y como estoy dando mi opinión, me quedo con las acepciones 1, 5, 6 y 7. Así que me van a permitir la siguiente inducción:
Pasión es el padecimiento del ánimo originado por la inclinación, apetito o afición vehemente del individuo hacia algo o alguien, resultando perturbado su estado (mental).
Padecer.., padecer; creo que en su correcto entendimiento está la clave del arco emocional que sustenta cualquier vivencia apasionada. Deteneros en la primera acepción.. Sentir daño, experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
¿Puede padecer una piedra?. No; creo que estaremos de acuerdo en que solo padecen los seres vivos y que de todos ellos somos nosotros los que tenemos mayor capacidad de padecer. Como también de sentir placer. Cosas de la complejidad estructural del sistema nervioso y de la mente..
Conviene hacer un inciso. Es muy común que se limite la pasión al campo de lo romántico. O más aun, al amor romántico. Creo que no es así. La pasión es mucho, muchísimo más. Creo que para aproximarnos a su sentido debemos pensar en el Amor; en su sentido más comprensivo. Y desde este, entender aquel padecimiento del que hablaba; padecer no tanto por lo que no tengo como por lo que no vivo.
Y desde aquí me puedo perder. Carezco de preparación para desarrollar un asunto que requiere tal profundidad. Así que me van a disculpar y a permitir que exponga a la pata la llana alguna de mis ideas ...
Desde bien pequeño comencé a contemplar con curiosidad lo que me rodeaba. Aún no me hacia preguntas. Esas llegaron después. Antes, la soledad me llevó a la lectura. La lectura alimentó mi imaginación y la soledad, cierta rebeldía.
Y un día cualquiera, uno de tantos, contemplando desde el mirador como pasaba la vida, me vino a la mente una pregunta.. Y dudé; no sabía. Mi mundo chiquito daba para muy poco. Y padecí cierta congoja. La congoja no era solo hija de la ignorancia sino tambien de la tristeza. Pero eso es otra historia... Ahora no hace al caso.
Mi compañía fueron desde ese día las respuestas; no siempre ciertas, pero si estimulantes. Cada una generaba, a su vez, múltiples dudas, para las que procuraba encontrar respuesta. Y vuelta a empezar. Casi sin darme cuenta me aficioné a aprender. Un placer, una sensación deliciosa descubrir que no sabía.
La tienda era alargada. Mesas de mármol, pies forjados de hierro. El anciano dibuja despacio con un lápiz sus recuerdos; un bonito, un tolino, una faneca.. Su sangre, agua salada; su piel, sol curtido por los vientos. Sus dedos, chicotes. Su alimento, un chiquito y una galleta maría.
El niño, a su vera, apoya los dedos en el mármol. Contempla en silencio; sus ojos siguen el lápiz desgastado y cuando se detiene, se sueldan a la cara del marinero.
Poquito a poco se acercan otros marineros. Marea azul bilbao de boina negra. Silencio. El lápiz en el aire, la mano difuminos. ¡Un tomatero!, exclama uno. Admiran. Y otro pregunta: ¿Qué será esa raya del costado?, la tienen todos. Nadie responde, el niño los mira.
Y se atreve.. Con voz aún insegura. Es el oído; está formada por pequeños sensores que sienten la vibración del agua. Silencio. No se mueve el azul. El anciano gira despacio la cabeza, le mira y dice ganando barlovento: La escuela..; nunca pude ir.
Camina el niño despacio hacia su casa, el alma alegre, el ánimo henchido, oliendo marmites y gibiones fritos con cebolla que guisan en casas de colores. Siente que es uno más, que le aceptan.
Un buen día, aquel niño del caballito gris que sabía como oían los bocartes, descubrió a la niña rubia debajo de un platanero en la alameda. Se acercó tanto que se bañó en oro y verde jade. Hablaron, caminaron. Y una noche de final de agosto les acarició un beso; solo uno, que luego escucharon como la luna susurraba a la pleamar un bolero.
Y después de tantos años el niño supo, ¡por fin!, como viven quienes aman. Comprendió que crecer y criar es amar. Supo algo que nunca olvidó.., que hay ojos cálidos que templan las noches frías. Y abrió alma, corazón y vida. Con tanta fuerza que quedaron abiertos para siempre. Lo sabe. Por eso, porque lo sabe, procura encerrarlos bajo siete llaves....
Pero los cierres solo funcionan de puertas afuera. Por dentro, carne viva. O mejor, pura borrachera. Porque el cóctel había sido colosal. Como aquel viejo marino cuyos ojos contemplaban el Elcano en El Callao mientras declaraba con fiereza a las velas y los vientos que por sus venas corría agua marina.
Y ahora ya, este hombre de pelo blanco y no tanta fuerza que os cuenta, es pasión. Solo eso. El resto, ¡qué más da!. Ama aquello que siempre le acompañó, lo que le ahuyentó soledades y tristezas y le buscó respuestas a su vida, que es solo pregunta y duda. Amo saber. Soy un ignorante.
Y amo a la mujer. No hijos míos, a todas no, que sería desmesura. Amar solo se puede a una; por lo menos yo. Pero admiro a muchas. Y disfruto como un "becerrico" en su compañía. La mujer es un placer. Y es vida. Y da vida. Y va en camino de convencerme de que puede hacer todo lo que hace un hombre y, además, tener hijos. Y lo más importante.. Ellas me enseñaron a vivir, me mostraron lo que es amar. Lo poco o mucho que tengo de hombre lo aprendí junto a alguna.
¿Qué que aprendí?; cosas. Que la pasión estalla en la risa, resplandece en la mirada y baila con los gestos. Algo que le oí también a un hombre, a Vicente Ferrer: Amar..; si, es sentir en lo más profundo; pero el amor necesita obrar, lo exige. Altera el ánimo de tal forma que solo haya la íntima paz en la entrega.
Y a ello me dedico. Con poca habilidad y mucha torpeza. A buscar alguna respuesta a todas mis dudas. Y a ir aprendiendo a amar, cuestión en la que soy un desastre. Esa es mi borrachera, mi afán y mi pasión.
Acabo. Y aún no os he dicho que es, de verdad, la pasión. Pues la pasión de vida es perder el control cuando lo que intentamos es domeñar los fuegos del alma. Cuando lógicas y raciocinios rinden sus banderas ante una lágrima. Cuando muestras, demuestras y vives, que gobierna el sentimiento y puede el corazón. Cuando reina en ti la humanidad.
Lágrimas de mujer
flores de ternura
que calmen tu llanto
rosas de primavera
flores de ternura
que calmen tu llanto
rosas de primavera
Si yo fuese alguna vez capaz de sentir algo tan hermoso......
6 comentarios:
Después de leerte me cuesta comentarte, necesito tiempo para asimilarte y entenderte. Tomo aire y sonrío, pq eres una maravilla de persona y un grandísimo descubrimiento!, y disfruto leyéndote y me emocionas, siempre, jodío!.
Tienes razón cuando dices q "empleamos las palabras según lo q significan para nosotros", pues para mí la pasión, tal y como yo la entiendo y la vivo, es más q esas definiciones q dice la R.A.E., o por lo menos es algo distinto.
En mi idea de pasión no cabe la palabra padecimiento, por muchas vueltas q le he dado a la primera acepción, ni tristeza ni depresión ni bla bla bla, y mucho menos lo de la perturbación!. Aunq bueno, igual yo estoy peor de lo q creía!.
Para mi la pasión es ponerle a todo en la vida el alma y el corazón, es sentir q una fuerza q no sabías ni q tenías ni de donde sale, te empuja, te guía, es lucha, es coraje, son sentimientos desbordados, es querer, ¡es vivir!.
Hablo de la pasión bien entendida, pq luego hay gente q se escuda en ella para justificar lo injustificable.
Pero esto es solo lo q es para mí, q no tiene ninguna importancia. Lo importante está en todo lo q has escrito. Y es q, querido Tururú mío, una vez q se ven unos ojos así da igual q luego su dueño se empeñe en esconderlos, pq ya los has visto, y lo mejor de todo, has visto lo q hay dentro de ellos!, y no hace falta mirarlos constantemente para recordarlos y saber todo lo q contienen...
Precioso, Turu, precioso!
Un millón de besos!
Mira que conforme te leía, te imaginaba explicando como lo sabes hacer y que sé personalmente, vaya que si!
Me hubiera encantado participar en la tertulia, porque se que se ponen "bastante" intensas y fenomenales...si mira que los momentos que he vivido con todos los participantes se me fueron como un suspiro y eso que no se estaba hablando de temas tan profundos...hahaha...creo que yo era el tema!!
Pero...al grano!!, si me hubiera tocado estar seguramente habría hablado mucho (te consta que lo hago hahaha), pero a manera demasiado personal...demasiado diría yo!...ya que el apasionamiento compartido que ahora estoy viviendo, me haría hablar con toda la realidad que se debe...sin fantasear y poner demasiados verbos o adjetivos...
Pasión para mi, ahora se me ocurren dos...la que te provoca el ser amado..aquella pasión que te hace olvidar que existe tiempo y espacio, y te hace soñar con futuros con presentes...aquella pasión que te hace brillar, que te hace ver (en mi caso) radiante!, aquella pasión que te empuja a reir sin motivo...a ver simplemente todo maravilloso...
La segunda (descuida que seré breve), la que le puedes poner a algo, llamese trabajo, estudios...a tus metas x conseguir...
Querido amigo...disculpe usted el pergamino de comentario, pero siempre usted da para esto y mas...con todo lo que pone...
Un beso de lo mas cariñoso!!
Hola Turu
Después de lo por tí dicho y de lo por los demás comentado, poco puedo decir... o todo. La pasión es coto privado de cada persona en cuanto cada uno la experimentamos de manera diferente, unas veces pausada y otras desbocada, alguna vez tranquila, las más desatada... Hay tantas pasiones como sensaciones y sueños, y tantos suelos como personas. Yo defiendo la pasión tranquila como la propia; una poco desmelada intuición por un objetivo, que se plasma en el deseo de no abandonar nunca, a no ser que una mirada lo merezca de veras.
Un abrazo.
En algún momento, llegué a sufrir como un estorbo eso que ahora llaman tener la cabeza bien amueblada, no porque ciertamente la tuviera ( al final, se quedo en una falsa alarma)… sino porque mi pasión por conocer no encontraba encaje con esa emoción vivificadora que nos hace visibles a los ojos de quienes admiramos. Empiezo a entender, que no se trata tanto de tirar esos muebles (realmente tienen su utilidad), sino de ampliar todo lo que pueda el espacio para no tropezar con ellos. No sé si el temperamento condiciona nuestra capacidad de apasionarnos o la intensidad con la que nos apasionamos. Sé que cuando no hay pasión, una fuerza que alimente la vida, es que estamos muertos. Sé que en todos y cada uno de nosotros hay un delicadísimo espacio, un “yo” encantador que es secuencia y trayecto y que ese niño intuyó en el mismo momento en que se atrevió a hacerlo visible… rompiendo el silencio de los “hombrinos” (no, no he querido hacer sólo ingenioso juego de palabras ,que también, es que casualmente aquí a los bocartes los llaman hombrinos). Creo que el recuerdo es el hijo del Amor. Antes que la sabiduría pueda trazar un sendero a la inclinación, ésta es necesario que exista. La vida no es silencio, aunque la mayor parte del tiempo lo experimentemos, bajo la superficie del ruido. La verdadera calma no se encuentra en la inmovilidad absoluta, sino en el equilibrio de los movimientos. La esperanza es una música que mueve la razón y el corazón. Yo la entiendo como una pasión suave que dilata y embellece el horizonte de la existencia; excita sin fatigar, calienta sin consumir, y transforman gradualmente la llama que arde en cada corazón en una luz quieta y fecundante… indicio de la verdadera fuerza, la que jamás abdica su imperio . Yo confío porque recuerdo los primeros movimientos de esa música “ Haced vibrar en el individuo la cuerda de la pasión que mejor corresponda a su disposición en cada momento, y veréis como poco a poco las cuerdas de las demás pasiones vibrarán al unísono, y el instrumento entero se pondrá en el diapasón conveniente. Entonces se producirá la armonía, que es la vida misma, porque la vida no es el silencio.”Ya te imaginarás de dónde me vino el “chivatazo”.
Un abrazo
Había empezado a escribir algo sobre todo esto de las pasiones, pero me parece que otros u otras ante de mí ya han dicho lo que yo hubiera querido decir, y además de una manera verdaderamente bella, apasionada. Que el alma humana es una cuerda que vibra en movimiento armónico según el surco que la vida va trazando y que el plectro que la mueve sigue fielmente la composición que van creando nuestras pasiones, es algo que desde antiguo han sabido los poetas, los que dominan el arte del movimiento del alma, el fino arte de conmover, los que con su música poseen el mágico poder de hacer vibrar sutilmente esa cuerda humana, que resuena con las melodías que ellos van cantando.
Ciertamente, lo que nos mueve siempre es una pasión. Pasión es lo que nos hace salir de nosotros y aprehender el mundo. Y lo que nos mueve, la pasión, siempre es deseo, deseo de lo que es distinto, deseo de otro. La fuerza del deseo es poderosa: si el deseo es tan incontrolado que domina nuestra vida, entonces caemos enajenados, esclavizados; pero si el deseo se desvanece, entonces podríamos decir que estamos muertos. Aunque todos poseemos en mayor o menor medida pasiones de todo tipo, podemos ver que el deseo, la pasión que predomina, es diferente en cada uno de nosotros. Puede que dependa de neutra propia naturaleza, de nuestro carácter, pero también puede venir de nuestra edad, sexo o incluso de nuestra condición socio-cultural. Por eso unos se ven impelidos a actuar por el deseo de poder, por el impulso de imponerse sobre los demás, por poseer su alma, sea mediante la fuerza física, sea mediante la relevancia social o el dominio del dinero, o sea incluso mediante la autoridad de la cultura o de la inteligencia. Otros ven dirigida su vida por la pasión amorosa, que también de algún modo es posesión, y que puede manifestarse de muchas formas, como la que está detrás del amor romántico, la que es puramente erótica, la del amor paterno-filial o incluso la estrictamente filantrópica. Incluso hay quienes pueden estar guiados en su vida entera por lo que los antiguos llamaban entusiasmo, una suerte de pasión por lo divino, y tal vez pudiéramos poner en este grupo a aquellos que ven su vida entera dirigida por el deseo de conocer, por la pura pasión por el conocimiento.
Apasionados somos muchos, pero una cosa es serlo y saber vivir la vida apasionadamente y otra es andar por ahí imponiendo a los demás nuestras pasiones, nuestros padeceres. Los que no controlan sus pasiones y sólo actúan a su dictado son gente ruda o excesivamente lábil; los que las controlan tanto que no saben ya que existen son tan fríos y formales que resultan aburridos. Difícil equilibrio ese entre la elegancia del buen gusto y la relación apasionada. Lloremos, riamos, amemos o conozcamos apasionadamente, que si lo hacemos verdaderamente, siempre nos encontraremos con el sentimiento hermoso que habita en un corazón noble, capaz de conmoverse por una lágrima amiga y ofrecerle todas las rosas de la primavera.
Tal vez la pasión esté esperándonos y no sepamos encontrarla...
En una noche clara, en la madrugada de una ciudad cualquiera, esperar atentos al momento mágico, cuando se desliza deprisa, muy deprisa una estrella en busca de su dueño...
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