Es madrugada. Mi mente salta de una idea a un recuerdo y de cualquiera de ellos a la nada. Miro los cuadros de la pared; luego la lámpara. Oigo el zumbido de la torre del ordenador... Laxitud.
Quiero narrarlo. O quizá..., guardarlo para mí, como uno de esos pequeños detalles escondidos que templan las noches frías; como alguna mirada profunda, entregada e intensa de una mujer morena.
Suspiro. Miro la pantalla; sólo unas pocas palabras escritas.. ¿Seguiré?.
Anochecía. Gente desconocida en la amplia acera del paseo. Oigo detrás de mí una voz anciana.. "¡Mira, mira, el tío Andrés!". Responden rápido unos pasos de niño chico, que parecen perseguirme pero que sólo buscan conservar el equilibrio.
Andrés tiene algo más de veinte años y una viola dentro de su funda cuelga a su espalda. Se agacha algo y sonríe mientras separa las manos, mirando al niño que no veo. Lo provoca con el gesto, buscando que se acune entre sus brazos.
Ella está apartada, un si es no pudorosa ante la familia ajena hoy, que espera suya mañana. También pasó los veinte años, vistiendo ese jersey azul sin marca y pantalón vaquero. Mira también hacia el niño, inclinando un poco la cabeza.
Andrés está ya a pocos pasos; el niño, en mi estela, me imagino. Voy distraído. Y sucede...
Ella se empapa de sonrisa..; está contemplando al niño y sintiendo la ternura de su chico. La enamora el sentimiento. Su boca se llena de luz y su mirada de brillo. Luz, brillo, esperanza, cual un pequeño arco iris que la une al niño y al hombre.
Me absorbe en silencio, mientras mis pasos me deslizan por su espalda, incapaz de romper la magia de una sonrisa, un niño que no habla, una viola silenciosa y un hombre que sabe jugar a niño.
Quiero narrarlo. O quizá..., guardarlo para mí, como uno de esos pequeños detalles escondidos que templan las noches frías; como alguna mirada profunda, entregada e intensa de una mujer morena.
Suspiro. Miro la pantalla; sólo unas pocas palabras escritas.. ¿Seguiré?.
Anochecía. Gente desconocida en la amplia acera del paseo. Oigo detrás de mí una voz anciana.. "¡Mira, mira, el tío Andrés!". Responden rápido unos pasos de niño chico, que parecen perseguirme pero que sólo buscan conservar el equilibrio.
Andrés tiene algo más de veinte años y una viola dentro de su funda cuelga a su espalda. Se agacha algo y sonríe mientras separa las manos, mirando al niño que no veo. Lo provoca con el gesto, buscando que se acune entre sus brazos.
Ella está apartada, un si es no pudorosa ante la familia ajena hoy, que espera suya mañana. También pasó los veinte años, vistiendo ese jersey azul sin marca y pantalón vaquero. Mira también hacia el niño, inclinando un poco la cabeza.
Andrés está ya a pocos pasos; el niño, en mi estela, me imagino. Voy distraído. Y sucede...
Ella se empapa de sonrisa..; está contemplando al niño y sintiendo la ternura de su chico. La enamora el sentimiento. Su boca se llena de luz y su mirada de brillo. Luz, brillo, esperanza, cual un pequeño arco iris que la une al niño y al hombre.
Me absorbe en silencio, mientras mis pasos me deslizan por su espalda, incapaz de romper la magia de una sonrisa, un niño que no habla, una viola silenciosa y un hombre que sabe jugar a niño.
7 comentarios:
Al leerte, mi mirada se ha llenado de sonrisas y de ternura al contemplar al hombre que contempla.
Un beso, petardillo
Que sereno te noto, Tururú. Y también noto q tu paisaje ha menguado...
Un besazo
Nos asomamos al mundo por los ojos y en la mirada mostramos quienes somos. Pero únicamente los que verdaderamente saben mirar, con esa precisión inquisidora, nos desvelan y nos conocen. Con la mirada no sólo vemos, también nos expresamos. Tocamos los objetos con la mirada. Y también tocamos a las personas.
Creo que me he fiado de la gente siempre por su mirada y, aunque alguna vez me han engañado, en ocasiones he tenido la sensación de rozar su alma.
¡Sigue escribiendo sobre lo que ves!
Belleza en la propia mirada, y sensibilidad en quien ha sido capaz de descubrirla a través de los propios ojos. Miramos la vida y ella nos devuelve la mirada. Mirar y ver, unidos.
Precioso artículo.
Saber mirar descubre mundos que no es que estén ocultos sino que no sabemos mirar. Nos ponemos las gafas y los velos tantas veces...
Yo te pediría, que esa forma de mirar... nunca la guardes sólo para tí. Esas pocas palabras,templadas por la memoria, transmiten muchas emociones
Un abrazo
¡¡Y que me siga asombrando, queridísimo Turu, cada vez que te leo!!?? .....es por tu capacidad de sentir, por la sensibilidad que demuestras en tu delicadeza al observar.... y por la intensa certeza que tengo al leerte de que has llegado a ese punto que pocos alcanzan: el de entender y sentir que el amor está por todas partes; en tu mirada que lo vuelca por encima de lo que ve.
Un abrazo, con el mismo cariño de siempre,
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