Ya casi nadie me conoce; el paso del tiempo es inexorable y mi mundo dejó de existir. Era íntimo, frágil, cálido. Ahora me dices que es superficial y frío, que sólo cuenta la fama y el dinero. ¡Qué tristeza!. Será por eso, por dinero y fama, que hasta me han cambiado el nombre. Él me llamó "la Muchacha del Turbante", aunque bien es cierto que siempre hubo quien me conoció por la perla. ¡Pero no!. El artista merece respeto. ¡Pobre!; él firmaba "VerMeer" y hasta eso han modificado.
Yo vivía en su casa. Delft es un pueblo pequeño, agradable. Tiene ese calor del norte, de los lugares donde llueve, la mar está cerca y el tiempo nublo. Así que cuando sentimos el sol, ¡qué alegría!, aprovechamos hasta la última migaja de luz y agradecemos su agradable calorcillo.
Te oigo escuchar a Telemann, suite "La Changeante"; bien, cuanto más relajado estés más fácilmente te seducirá mi relato. Pues si; dicen que soy su hija. Otros, por desmerecer que no quede, me llaman sirvienta. ¡Qué más da!. Yo viví en su casa, oí su voz, le ví pintar. ¿Alguno podéis decir lo mismo?.
Me retrató oscureciendo el entorno; me dejó sola. Quería que todas las miradas estuviesen pendientes de mí, como si fuese el centro de la vida. Me había parido la inocencia y mi matrona se llamó esperanza. Llevaba el pelo recogido y cubierto por un paño azul; de mi moño se desprendía como un turbante de color amarillo. Fíjate en los colores, en las sombras, en los brillos de la tela. ¡Cómo incide la luz!. Recuerdo que miraba hacia una ventana, situada al frente y a mi derecha. La tela "pesa", su caída, sus pliegues. Si te fijas, hasta se oye un "fru-fru" cuando me muevo. ¡Qué limpia mi camisa!. No creas, no tenemos máquinas para lavar, pero me gusta el olor de la ropa escoscada y guardada entre manzanas. ¿Y el manto?. ¿A qué con sólo mirarlo da calor?. Es sólido; ¡elegimos tan bien el color, el tono!. Todo un acierto.
¿Ves con qué orgullo luzco mis pendientes?. Son un regalo. ¡No quieras saber tanto!. Eres un tonto. ¿A qué son bonitos?. Brillan como espejos pariendo la luz de la mañana. Mi boca. Entreabierta; creía.. Me regaló. Mis labios son suaves, tiernos, como antes del primer beso. Se alimentan de mi boca fresca; anhelan los besos. Brillan de ilusión, de fé y de esperanza. Gracias, veo que te agrada mi piel. Tengo un buen cutis. ¿Sabes?, cuando me regaló los pendientes me acarició la mejilla; la sintió suave, como melocotón tierno de verano. Le gustó. Mi cuello y mi nariz son delicados, finos. Él juega con la luz y con la sombra. Afina bañando de luz, envuelve delicadamente en la penumbra...
Pero lo que mejor captó fué mi mirada. Esperaba. Creía que era.. Soy mujer y entiendo la vida mejor que tú. A veces, eres bruto como un señor soldado de los Tercios del Emperador. Miro tiernamente; mis ojos acarician, irradian un suave calorcillo. Calla la palabra, clama la mirada. Espera enamorada. Apoya al foco de luz de la pintura; la luz que entra por la ventana la recogen mis ojos y te la regalan multiplicada para que vivas. Sé que soy muy joven pero no se trata de años sino de belleza, de encanto.. ¿Me crees bonita?. A veces me miro en el espejo y no sé................................