Creí que no habían pasado tantos días..; busqué el artículo entre los que escribí hace un año, más o menos. Pero no; el tiempo vuela y eran dos, lo que presupuse uno. Contemplé la escena a finales de mayo de 2007 e inmediatamente quise compartirla con ustedes, mis desconocidos viajeros de las palabras.
Vuelvo a estar sentado junto a un velador de la terraza del paseo. El tiempo parece inmóvil. Ella sigue a su lado en silencio, compartiendo tabaco y miradas, entregándole su vida. Él, triste, sonríe, sin ver, cuando un chucho cualquiera le contempla con sus profundos ojos oscuros.
Ella sigue caminando unos pasos delante de su marido, no sea que alguien piense que algún día quiso a aquello. Él sigue, serio, tras su esposa, pensando quizá que nunca fue su mujer.
Ella, arreglada y limpia como siempre, se acerca paseando. Va sola. Su pierna, igual, renqueante. Sus ojos, grandes; su mirada, franca y clara. Alguna vez, hace tiempo, al cruzarnos por la calle, la saludamos brevemente. No se como se llama. Nos ve y se acerca despacio. Y nos habla a trompicones, con la voz algo cascada, mientras comprende el silencio de nuestra sonrisa..
Buenas tardes tengan ustedes. Mi marido, se me murió. No sufrió, pobrecito; ya no sentía la vida. Así que ahora estoy sola. Pero tengo varios hijos; y me vienen a buscar. A veces, uno me lleva a la playa; otro a la montaña. Estoy muy ocupada, si... Bueno, les dejo. Que pasen buena tarde.
Contemplo como se aleja, sencillamente señora, con su bamboleante caminar, la mirada al frente, limpia, el deber cumplido, el corazón sin fuerza, sintiéndose esposa, mujer y amante de aquel que acompañó sus días, el hombre que yo recuerdo anciano y de mente vacía.
Vuelvo a estar sentado junto a un velador de la terraza del paseo. El tiempo parece inmóvil. Ella sigue a su lado en silencio, compartiendo tabaco y miradas, entregándole su vida. Él, triste, sonríe, sin ver, cuando un chucho cualquiera le contempla con sus profundos ojos oscuros.
Ella sigue caminando unos pasos delante de su marido, no sea que alguien piense que algún día quiso a aquello. Él sigue, serio, tras su esposa, pensando quizá que nunca fue su mujer.
Ella, arreglada y limpia como siempre, se acerca paseando. Va sola. Su pierna, igual, renqueante. Sus ojos, grandes; su mirada, franca y clara. Alguna vez, hace tiempo, al cruzarnos por la calle, la saludamos brevemente. No se como se llama. Nos ve y se acerca despacio. Y nos habla a trompicones, con la voz algo cascada, mientras comprende el silencio de nuestra sonrisa..
Buenas tardes tengan ustedes. Mi marido, se me murió. No sufrió, pobrecito; ya no sentía la vida. Así que ahora estoy sola. Pero tengo varios hijos; y me vienen a buscar. A veces, uno me lleva a la playa; otro a la montaña. Estoy muy ocupada, si... Bueno, les dejo. Que pasen buena tarde.
Contemplo como se aleja, sencillamente señora, con su bamboleante caminar, la mirada al frente, limpia, el deber cumplido, el corazón sin fuerza, sintiéndose esposa, mujer y amante de aquel que acompañó sus días, el hombre que yo recuerdo anciano y de mente vacía.
Me duele la entrega del amor