Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 14 de octubre de 2014

Silencio, mirada, pasión

Es de noche. Sentados en una terraza casi vacía cara al mar. Ella, pelo corto, ojos grandes, almendras negras que brillan como brillantes, de mirada directa. Él, muy moreno, enjuto, hablar calmado de palabra firme y segura. Les han servido un helado. No son naturales de estas tierras, aunque su palabra es española; emigrantes del Magreb, quizá. Él habla bajo, ella escucha. Escucha y mira.

Llegan a mis oídos retazos de lo que afirma el hombre, pues no dialoga sino que se vacía despacio, desnudándose y mostrando orgulloso alma, corazón y vida. De vez en cuando calla, como si quisiese escoger algo de su intimidad que aún no ha entregado y parirlo para que ella lo acoja. Durante sus silencios mueve lentamente la cucharilla de plástico y recoge algo de helado que lleva hasta su boca, dejando que su mirada se pierda donde ni él sabe. Ella hace el mismo gesto, pero en absoluto silencio. Ella no habla. Ella solo le prende totalmente con su mirada, penetrante, sin apartar los ojos ni un instante, mientras se mantiene ligeramente inclinada hacia él.

Él le dice recto, con verdad: Cuando tú levantas de la cama y te vas, yo ya no duermo. Imposible. Solo vacío. Ella no contesta. Le contempla. Sabe que no puede responder lo que él sueña. Le mira y sus ojos, fijos en la cara del hombre, le bañan el rostro con la misma luz intensa con que la luna baña el mar. Quedan en silencio. Y mientras él, que en ningún momento se ha quejado, vuelve a dejar que su mirada de concentre en lo más íntimo, ella, abrazando con sus ojos al hombre con tal pasión que la luz muestra ser pura materia, adelanta despacio la mano, toma una pizca del helado de él, lo deposita y lo derrite entre sus labios de carne y sangre.

Y la noche queda en silencio. Sin aire

No hay comentarios: